El jueves pasado, durante casi 3 horas; Alberto Fernández, Axel Kicillof y Horacio Rodríguez Larreta estuvieron reunidos en la Quinta de Olivos, donde se analizó la prolongación del aislamiento social, preventivo y obligatorio. Esta es la novena extensión comenzará a regir el próximo lunes.
En conjunto con funcionarios y jefes políticos de los dos territorios con indicadores críticos de Covid-19, se acordó que durante dos semanas, todo seguirá igual sin cambios, aunque pondrá se pondrá el foco sobre las reuniones sociales, un vector de los más críticos.
No habrá cierres pero tampoco se producirán nuevas aperturas. Si aumenta el número de casos y aumenta la ocupación de las camas UTI, estará latente la cláusula gatillo que se reserva Fernández será potencial, acelerando así la enmienda de la medida
No hay puertas cerradas o recién abiertas. Si aumenta el número de casos y aumenta la ocupación de las camas de la UCI, la cláusula de activación retenida por Fernández será potencial, para apurar la revisión de la medida. Kicillof llamó a esta etapa “cuarentena intermitente”.
Para estar seguro, como todos con el Covid-19, esta fase también se someterá a prueba y error. En CABA y el conurbano esta semana se habilitó la reapertura de peluquerías y casas de estética, además de estudios de profesionales.
Por otro lado, se suspenderá la reapertura de los corredores comerciales en la calle principal de avenidas porteñas, originalmente programada para comenzar este lunes.
La cumbre de Olivos terminó antes de que se difundiera el parte oficial que aportó dos récords: en cantidad de casos confirmados en un día y de fallecidos en 24 horas.
El posible colapso de las camas UTI comenzó a despertar alertas y se convirtió en un pulseo mediático entre la Provincia y la Ciudad
Al mediodía, Fernández recibió en la Quinta Presidencial a un grupo de expertos que integran el comité de asesores por el Covid-19. Lo hizo acompañado por Ginés González García y Carla Vizzotti, ministro y vice de Salud.
Hay un concepto que se repite en los niveles políticos y sanitarios: la administración de la pandemia está en un plano que reclama “responsabilidad social” más que medidas extremas de cuarentena.
“Hay dos opciones: lograr que la gente se comprometa en el cuidado propio de los demás o imponer una cuarentena que solo se puede cumplir con un despliegue policial severo y nadie quiere lo segundo”, completó.
Fernández empezó, esta semana, a ensayar ese foco: un spot oficial que salió el domingo apuntó a los peligros de romper la cuarentena y después avisó sobre los peligros del incumplimiento del aislamiento.
En el Gobierno aportan una lectura: los más adolescentes “le perdieron el miedo al virus”, porque la estadística refleja que perjudica más y es más mortal con los superiores, y eso provoca que no cumplan con las limitaciones.
“Se rompió la solidaridad intergeneracional: los más jóvenes no se cuidan y se convierten en un vector de contagio para los adultos”, apuntan desde el oficialismo.
Aparece, por eso, un planteo más ligado a la información y la comunicación que a medidas estrictas que, por otro lado, nadie parece en condiciones de hacer cumplir.
La última cuarentena rígida lo demostró: bajó la movilidad la primera semana, favorecida porque incluyó dos días feriados, pero la segunda semana ya el tránsito volvió a niveles de mayo.
El miércoles, temprano, Larreta y Kicillof coincidieron en ese enfoque. El bonaerense pidió que el porteño no disponga novedosas flexibilizaciones, las que forman están dentro en el cronograma que Larreta construyó como un horizonte hacia una normalidad incierta.